sábado, 8 de noviembre de 2014

un viaje de 10 horas por delante. duermo 2. la ansiedad no perdona. repaso lo planeado, lo esperado, nada se dio así. una deriva constante, desborde tras desborde, voy llegando hasta otra fuerza móvil. todo es tan intenso, tan efusivo.

y si me dijeran que esto no alcanza, que hace falta tanto más para nombrarte, les gritaría con la boca zarpada en furia que un día, sentadas entre los barcos, hablamos sobre la imposibilidad de la forma, sobre encauzar los deseos, sobre un tiempo detenido y como todo lo que teníamos ahora, acá, podía no ser nunca más mañana, allá.

cada tanto vos te reías y era como si nunca te hubiese visto, como si esa risa te inventara cada vez otra felicidad. y en todos los silencios que nos duraban, escuchaba el agua y pensaba que en el fondo quiero ser como ella, que nunca se cansa de llegar, pero eso no te lo dije, porque ya había mirado a los botecitos oscilar, de tanto en tanto, con esa marea que de tranquila no tenía nada. entonces supe que somos este espacio que construimos toda vez que lo habitamos, cada vez que nos nombramos convencidas de que no hay tierra firme, que con cada balanceo vamos a volver a conocernos, cambiadas.